![]() |
Christiane F |
Una tarde, un miembro de la pandilla llegó al Hogar y anunció: ''Camaradas, traigo conmigo algo que es totalmente nuevo; se llama Efedrina. Un asunto fabuloso. Me tomé dos comprimidos de Efedrina- era un estimulante- sin saber lo que estaba tragando. Tomé cerveza junto con los comprimidos porque era lo que estaban haciendo los demás. Tuve que hacer un esfuerzo. Me disgustaba mucho la cerveza porque sentía pánico al ver personas adictas a la cerveza. De repente, en el Hogar comenzó a circular todo tipo de comprimidos. Algún tiempo después comencé a ingerir los Mandrakes- un poderoso somnífero. Aquella vez, el mundo me pareció maravilloso y mis compañeros de pandilla, encantadores. Durante las semanas siguientes arrasamos con todas las farmacias.
En la escuela las cosas iban de mal en peor. Renuncié a realizar mis deberes escolares. Por las mañanas no estaba nunca lo suficientemente despejada- Pasé de curso. Me preparaba un poco en determinadas materias, como en Letras y en Instrucción Cívica cuando algún individuo lograba interesarme. Pero era justamente en aquellas materias que había aprobado en donde justamente encontraba las mayores dificultades: con los profesores como los compañeros de curso. La manera cómo nos trataban, - y las formas como se comportaban los muchachos entre ellos, me parecía abominable. Recuerdo como estallé ante un profesor que nos habló acerca del medio ambiente. La clase era absolutamente apática y no le interesó a nadie. No había que tomar apuntes ni nos daban lecciones para estudiar en casa. El bla bla bla del profesor me exasperaba y consideraba que no pasaba la materia que era la que realmente importaba. Fue por eso que en una ocasión exploté y vociferé:'' ¿Qué significa la protección del medio ambiente? Es la manera en que las personas deberían aprender a vivir armónicamente entre ellas. Es eso lo que deberíamos aprender en esta estúpida escuela: a interesarnos los unos por los otros. Pero, al contrario, cada cual intenta gritar más fuerte que su vecino, trata de ser más poderoso que el otro, y gasta la mayor parte de su tiempo haciendo fechorías para lograr una mejor calificación. Y los profesores deberían preocuparse de lo que ocurre a su alrededor y juzgar a sus alumnos en forma más equitativa''. Así eran las cosas en la escuela. Ocurría lo mismo con las otras clases. Había un profesor al que me gustaba verlo sentado -porque el sólo hecho de verlo de pie me irritaba- y desde mi asiento, lo insultaba.
La escuela me tenía realmente hastiada. No manteníamos ningún contacto entre los alumnos, no teníamos ninguna relación personal con los profesores. Y la unión entre los alumnos se anulaba porque tomábamos distintos cursos. El objetivo, una vez más, era liquidar al vecino. Nadie le tendía una mano al otro y cada cual velaba por lo suyo propio y basta. Los profesores aplastaban a los alumnos. Ellos sustentaban el poder. Eran ellos los que ponían las notas. Y a la inversa, si caían en manos de un profesor bonachón y que no sabía imponerse, eran los alumnos los que hacían gala de un poderío colectivo.
Yo estaba consciente de aquello pero eso no me impedía molestar en las clases cada vez que se me ocurría. Mis compañeros no entendían que yo lo hacía porque me daba cuenta que el profesor había dicho en ese momento una estupidez cualquiera. Sin embargo, tampoco se daban cuenta cuando yo intentaba hablar en serio, cuando decía que la escuela era una mierda….
En el fondo eso no me importaba mayormente porque mis intereses residían en ser reconocida por los muchachos de la pandilla. Y en la pandilla, toda esa mierda, la competencia, el stress, etc. no existían. Pero al mismo tiempo terminé por sentirme con frecuencia un poco aislada y participaba cada vez menos de las discusiones. De todos modos, siempre hablaban de lo mismo: de las drogas, de la música, el último ''viaje'' y después se sucedían algunas preguntas respecto del precio de la hierba, del LSD y de diversos comprimidos. Por lo general, me sentía tan deprimida, que no sentía ganas de hablar y sólo aspiraba a estar absolutamente sola en mi rincón.
En el ínter tanto descubrí un nuevo objetivo: la ''Sound''.Toda la ciudad estaba repleta de afiches que anunciaban: ''Sound, la discoteca más moderna de Europa''. Los muchachos de la pandilla iban con frecuencia pero no admitían menores de dieciséis años y yo recién había cumplido trece. Falsifiqué la fecha de mi nacimiento en el carné de identidad escolar pero igual sentía temor de que no me dejasen entrar. Yo sabía que en la ''Sound'' existía La Parva, (lugar de encuentro entre drogadictos y revendedores). Allí había de todo, desde hierba hasta heroína pasando por el Mandrake y el Valium.
Yo pensaba que ese sitio estaba repleto de tipos caperuzos. Un lugar fabuloso para una niña como yo que de Berlín sólo conocía sólo el trayecto entre Rudow y el sector de Gropius. Yo imaginaba la ''Sound'' como un verdadero palacio, deslumbrante por todos los ángulos, con efectos de luces enloquecedoras, y una música genial. Y los tipos más sensacionales estaban allí y que todo en ese sitio era igualmente fuera de serie…
Yo ya había programado muchas veces ir a ese sitio con los otros pero nunca me resultó. En una ocasión, Kessi y yo ideamos un plan de batalla preciso: le diría a mi madre que iba a dormir en la casa de Kessi el sábado por la noche y ella le contó el mismo cuento a la suya, es decir, que dormiría en mi casa. Nuestras madres cayeron en la trampa. Una amiga de Kessi llamada Peggy (era un poco mayor que yo) vendría con nosotras. Nos juntamos en su casa para esperar a su novio, Micha. Kessi, con aire de importancia me explicó que Micha se inyectaba heroína. Yo estaba fascinada, impaciente por conocerlo. Era la primera vez que iba a conocer a alguien que yo supiera en forma fehaciente que se inyectaba.
Micha llegó. Me impresionó muchísimo. Lo encontré más atractivo que a los chicos de mi pandilla. De repente, nuevamente me afloró el complejo de inferioridad. Micha nos trató con mucha condescendencia. Me consolé pensando que sólo tenía trece años y que ese Yunki (así les decían a los tipos que ingerían drogas duras) era un individuo extraño, y además mucho mayor que yo. Sin duda, me sentía muy inferior a él. Micha murió algunos meses más tarde.
Tomamos el Metro hasta la estación Kürfunstenstrasse. En esa época, eso significaba para mí un largo trayecto. Me sentía muy alejada de casa. El lugar tenía un aspecto deprimente. Estaba lleno de chicas con aspecto de vagabundas. No tuve duda alguna del los sitios en los que se desempeñaban….Vimos también a unos tipos que caminaban con un tranco muy lento. Peggy dijo que eran revendores. Si alguien me hubiese dicho que en un tiempo más caminaría ese trayecto hacia la horrible Kürfunstrasse´, y que lo haría a diario, habría pensado que estaba demente.
Nos fuimos a la ''Sound''. Cuando me encontré en el interior, casi me fui de espaldas. Nadie me contó ni imaginé nunca lo que vi. ''La discoteca más moderna de Europa'' era un subterráneo, con un techo muy bajo, sucia y ruidosa. La gente brincaba en la pista de baile y cada uno bailaba por su cuenta. Un grupo de imbéciles que no tenían ningún contacto entre ellos. El lugar olía mal y había olor a vino en el ambiente, en general. De vez en cuando, un ventilados, removía los efluvios…
Me senté en un banco y no me atrevía a moverme. Tenía la impresión de ser observada, que todo el mundo tenía la impresión que yo no tenía nada que hacer allí. Kessi entró apresuradamente al baño. Ella corría de derecha a izquierda en busca de un súper mino. Dijo que nunca había visto tantos minos juntos. Yo estaba como petrificada. Los otros andaban premunidos de alguna droga y tomaban cerveza. Yo no quise tomar nada. Pasé toda la noche delante de dos jugos de frutas. Si me hubiera escapado habría regresado a mi casa., pero no podía hacerlo. Mamá pensaba que yo dormía en la casa de Kessi. Esperé hasta las cinco, hora del cierre. Durante un instante deseé que mi madre se enterase de todo y que me viniera a buscar. Si de pronto hubiera podido verla a mi lado….Luego me dormí. Las otras me despertaron. Eran las cinco de la madrugada. Kessi dijo que regresaría con Peggy. Tenía un espantoso dolor de estómago. Nadie se preocupó de mí. Completamente sola, me encaminé a la Kürfurstentrasse para dirigirme a la estación del metro., a las cinco de la mañana. El metro estaba repleto de borrachos. Sentí deseos de vomitar.
Hacía mucho tiempo que no me sentía tan contenta de abrir la puerta del departamento y de ver salir a mi madre salir del cuarto para acostarse. Le dije que Kessi se había despertado muy temprano y que yo había regresado para poder dormir a pierna suelta hasta más tarde. Cogí a mis dos gatos y los llevé junto conmigo hasta mi cama y me acurruqué bajo los cobertores.''Christianne'', me dije a mi misma, ''esto no es para ti. Te equivocaste de camino''.
Me levanté al mediodía, todavía media atontada. Deseaba hablar con alguien acerca de lo que me había ocurrido. Entre los chicos de la pandilla, nadie me comprendería… Eso ya lo sabía. No podía conversar de aquello sino que con mi madre. No sabía cómo comenzar. Le dije: ''Escucha, mamá, ayer en la noche fuimos con Kessi a la ''Sound''. Mi madre me miró horrorizada. Le dije:''No es tan terrible. Es un centro nocturno enorme. También hay un cine''.
Por su lado, mi madre me dirigió uno de sus habituales reproches. Esperé que me hiciera preguntas. Pero mamá no me hizo ninguna.
Ella estaba estresada nuevamente porque ese domingo al mediodía tuvo que asear, cocinar y discutir con Klaus. No tenía ganas de trenzarse en una discusión conmigo. Quizás, ella tampoco quería enterarse realmente de lo que ocurría.
Yo no tenía valor para hablar. Por otra parte, yo no estaba totalmente consciente de tener deseos de hablar. En aquel entonces, no tenía conciencia de nada, vivía de acuerdo a mis estados de ánimo, jamás pensaba en el mañana ni hacía proyectos. ¿Qué proyectos podía tener? No hablábamos nunca del futuro.
Al fin de semana siguiente, Kessi vino a pasar la noche a mi casa, tal como habían convenido nuestras madres. La arrastré hasta mi casa. Estaba completamente volada. Yo también había tomado algo pero todavía no se me hundían los ojos. Kessi se plantó en la mitad de la calle y se extasió al contemplar que dos autos alcanzaron a frenar justo delante de ella. Me vi obligada a arrastrarla a la vereda para que no la aplastaran. La deposité luego en mi cuarto. Pero mi madre, por cierto, se puso en estado de alerta de inmediato.
Kessi y yo tuvimos la misma alucinación: mi madre estaba demasiado gorda para penetrar en la habitación. Y permanecía inmovilizada en el umbral de la puerta. Aquello nos provocó un ataque de risa que nos impedía parar de hacerlo. Veía a mi madre transformada en un dragón.- un robusto dragón bonachón- con un hueso en la cola a modo de decoración. Estábamos dobladas en dos de la risa y mi madre reía alegremente con nosotros... Debió pensar: ''Estas dos chicas están enfermas de la risa''.
De allí, todos los sábados iba a la ''Sound'' con Kessi. Al comienzo, yo simplemente la acompañaba porque de lo contrario no sabía qué hacer los sábados por la tarde. Y, poco a poco, me habitué a la ''Sound''. Se lo conté a mi madre quién estuvo de acuerdo siempre que regresara con el último viaje del metro.
Hasta allí todo iba bien hasta una tarde de un sábado veraniego del año 1975. Habíamos decidido pasar toda la noche en la ''Sound'' y - como de costumbre-, ambas mentimos al decir que la una se iba a alojar en la casa de la otra. Eso funcionó siempre bien porque ninguna de las dos teníamos teléfonos en nuestros domicilios. Por lo tanto, ninguna de ambas madres podía espiarnos. Nos fuimos al Hogar Social donde se consumieron diez botellas de vino y después hicieron una mezcla espantosa de drogas. Kessi engulló además algunas cápsulas de Efedrina y en cierto momento se largó a llorar. Yo ya conocía esa canción. La Efedrina, en algunas ocasiones, provoca crisis de remordimientos. Sin embargo, cuando noté que Kessi había desaparecido, me sentí desfallecer. Tenía una vaga idea en dónde la podría encontrar y me largué en dirección al Metro. Estaba bien. Dormía estirada encima de un banco. En el suelo había un cucurucho de papas fritas, que se habían deslizado por su mano caída. Antes de que lograse despertarla se detuvo un carro del metro y de allí descendió la madre de Kessi. Ella trabajaba en un sauna y entraba alrededor de las diez de la noche. Descubrió a su hija que estaba durmiendo supuestamente en mi casa. Le propinó un par de bofetadas: una a la derecha y la otra a la izquierda. Se escuchó cómo restallaban. Kessi se despertó con vómitos. Su madre la agarró de un brazo- la saco al más piro estilo policial- y se la llevó consigo.
Este par de bofetadas que se brindaron en la estación del Metro sirvieron para dos cosas. Si no hubiera sido por éstas, Kessi habría aterrizado antes que yo en los escenarios de las drogas duras como la Estación Zoo del Métro y en la práctica del prostitución infantil. Además, no habría estado en condiciones de aprobar el bachillerato.
A Kessi le prohibieron volverme a ver para siempre y de allí en adelante la encerraron en su casa todas las noches. Después de algún tiempo, volví a sentirme muy sola. La pandilla no me aportaba gran cosa. Continuaban reuniéndose en el Hogar Social por las noches pero yo no me podía imaginar los sábados por la noche sin la ''Sound''.Cada vez la encontraba más genial y admiraba a las personas que allí acudían. Ellos eran ahora mis ídolos. Ellos eran más perversos que los muchachos de la pandilla, que después de todo, no metían jamás sus narices fuera de la zona Gropius. Ahora estaba casi siempre parqueada. Kessi recibía cien marcos para su mesada y eso nos alcanzaba para comprar hierba y comprimidos. En lo sucesivo, debía encontrar la forma de obtener dinero por mi cuenta, porque lo necesitaba para ''volar''.
No tenía con quién ir a la Sound y empecé a partir hacia allí completamente sola. Al viernes siguiente del lío de las bofetadas, fui a la farmacia a comprar una caja de Efedrina- ese fármaco lo vendían sin receta. Ya no me bastaban dos comprimidos. Ahora necesitaba cuatro o cinco. Me detuve en el Hogar Social para mendigarle a alguien que me comprara una bebida semi-alcohólica y me largué hacia el Metro.Ya no pensaba más en Kessi y desde allí en adelante, no pensé en nadie más. Flotaba en un mundo extraño y fantástico. Me alegraba muchísimo cuando en cada estación íbamos recogiendo clientes para la ''Sound''. Se notaba de inmediato: presentación esmerada, cabellos largos, botas con tacones de diez centímetros. Aquellos eran mis ídolos, los ídolos de la ''Sound''. Nunca más tuve temor de dirigirme hasta allí.
En la escala de la ''Sound'' me tropecé con un chico. Me miró y murmuró algo. Lo encontré súper atrayente. Era alto, delgado, con cabellos largos y rubios y con un aspecto extraordinariamente calmo. Permanecimos en la escala para iniciar una conversación. Me sentía increíblemente bien. Nos entendíamos increíblemente bien, cada frase nos aproximaba, nos gustaba la misma música, hacíamos los mismos ''viajes''. Se llamaba Atze. Fue el primer chico que encontré realmente sensacional. Para mí, ese fue el primer flechazo y era la primera vez en mi vida que sentía un sentimiento tan importante por un hombre. Atze me presentó a sus amigos. Era una pandilla espectacular, realmente una maravilla. Partí de inmediato al baño. Ellos se quedaron conversando acerca de drogas y los nuevos métodos para ''aterrizar'' y diferentes maneras de realizar ''buenos viajes''. Yo sabía tanto como ellos aparentaban saber. También hablaron de heroína. Estuvieron de acuerdo en reconocer que era una porquería y que era preferible volarse los sesos que involucrarse con esa porquería. Entonces dije:'' las inyecciones de heroína son para los vulnerables.'' Después hablamos de trapos: cómo se podían angostar los jeans. También pude opinar acerca de ese asunto. Adelgazaba tanto que todas las semanas me tocaba estrechar mis pantalones. Los jeans ultra apretados pasaron a constituir una suerte de marca de fábrica para los clientes de la ''Sound''. Fue por eso que les pude contar algunos trucos: enangostar pantalones era el único trabajo manual que sabía realizar.
La pandilla me adoptó de inmediato sin que tuviera que hacer el menor esfuerzo por lograrlo. Y me sentía con tal confianza en mí misma, tal calmada, que ni yo misma lo podía creer.
Había otro chico en la pandilla al que encontré muy simpático. Se llamaba Detlev. Era muy diferente de Atze, muy dulce, con la cara muy tierna porque aún conservaba su rostro infantil. En la pandilla le decían '' el bañista''. Tenía 16 años. Yo hablaba en forma muy espontánea cuando conversaba con él. En aquella época el tenía una novia. Ella era una chica me caía podrida. Se llamaba Astrid. Tenía clase. Y cuando contaba una anécdota todos se doblaban en dos de la risa. Siempre decía lo preciso y lo conciso. Y yo la admiraba por ello. Había sólo un tipo del que había que desconfiar: Blacky. Podía ser muy hiriente si se lo proponía. En una ocasión le comenté que mientras ''viajaba'' en el Metro me había puesto a jugar con un bebé que parecía un verdadero ángel. Blacky de inmediato emitió un comentario retorcido.. Había que poner mucha atención en lo que se decía delante de él. Había otro muchacho que tampoco me gustaba mucho: era medio rastrero y no podía dejar de compararlo con Charly. No lo podía tolerar. Sin embargo, los chicos mencionados no constituían ni la mitad de esta nueva pandilla.
Estuvimos conversando toda la noche y de a momentos nos arrancábamos para ir a un fumar un pito. Cuando cerraban la ''Sound'' nos íbamos a pasear a la Kúrfurstenstrasse. Cuando regresaba en el Metro, me sentía inundada de bondad. Aterrizaba muy dulcemente, sentía una agradable sensación de cansancio, y por la primera vez en mi vida, sentí que estaba enamorada.
De allí en adelante, vivía para esperar los fines de semana.
Atze era tierno, lleno de atenciones. En nuestro tercer encuentro en la ''Sound'', el me besó y yo le devolví su beso. Eran besos muy castos. Yo no deseaba llegar más lejos Atze lo notó sin que fuera necesario hablar más sobre el asunto. Esa era la gran diferencia que existía entre los alcohólicos y los drogadictos La mayor parte de los drogadictos son muy sensibles ante los sentimientos ajenos, al menos, eso ocurría entre los miembros de mi nueva pandilla. Los alcohólicos, cuando atracaban, se arrojaban encima de las chicas. Lo único que deseaban era tener sexo. Nosotros no, nosotros teníamos ideas totalmente diferentes acerca de las cosas importantes.
Atze y yo éramos como hermano y hermana. El era mi hermano mayor. Caminábamos siempre juntos y andábamos del brazo. Eso me daba la impresión de estar protegida. Atze tenía dieciséis años, era aprendiz de vidriería y detestaba su oficio. El tenía ideas muy precisas acerca de cómo debía ser una chica excepcional. Para complacerlo, cambié de peinado y en una tienda usada me compré un abrigo (el tenía un sobretodo). Un abrigo maxi con una rajadura en la parte trasera.
Ya no me podía imaginar la vida sin Atze.
Dejé de regresar a casa cuando cerraban la ''Sound'' porque me quedaba con los amigos de la pandilla. Volábamos o aterrizábamos juntos y paseábamos durante la mañana del domingo por la ciudad. Íbamos a exposiciones, al zoológico, o caminábamos por la Kúrfurstenstrasse. En ocasiones, permanecíamos juntos durante todo el domingo. Le conté a mi madre lo que había ocurrido con Kessi, pero me inventé un par de compañeras que supuestamente me alojaban en las noches durante los fines de semana. Tenía una desbordante imaginación para relatarle a mi madre cómo y con quienes compartía los wikenes…Durante la semana me reunía siempre con la antigua pandilla en el Hogar Social. Pero los sentía un poco distanciados, con un aire misterioso. A veces, les hablaba de mis aventuras en la ''Sound''. Yo creía que ellos me admiraban. Había hecho mayores progresos que ellos. Había avanzado un poco más allá en la aproximación al infierno, pero aún no estaba consciente de ello.Y desgraciadamente, varios de mis compañeros del Hogar me siguieron los pasos.
En la ''Sound'' había todo tipo de drogas. Yo consumía de todo menos heroína: Valium, Efedrina, Mandrake. También probaba un montón de mezclas y por lo menos dos veces a la semana, me compraba algo que me permitiera ''viajar''. Engullíamos estimulantes y barbitúricos por puñados. Todo esto liberaba un combate descarnado dentro de nuestros organismos y por ello era que nos provocaban unas sensaciones tremendas…Uno podía escoger el estado anímico que deseaba disfrutar: bastaba con tomar unos tranquilizantes o estimulantes demás, según fuera el caso. Si yo deseaba estar de ánimo festivo en la ''Sound'', y con ganas de bailar, me inclinaba por la Efedrina. Si prefería estar sentada tranquilamente en mi rincón o ver un film en el cine de la ''Sound'' tragaba Mandrakes y Valiums... Al cabo de algunas semanas flotaba en las nubes a causa de mi buen humor. Justo hasta un espantoso domingo. Al llegar a la ''Sound'', me encontré en una escalera con Uwe, un chico de la pandilla. El me dijo:'' ¿Sabías que Atze abandonó su trabajo?'' Silencio, y agregó: ''Ahora viene aquí todas las noches''. Noté que Uwe tenía una voz extraña e intuí de inmediato: debe tener otra chica…
Luego pregunté: ''¿Qué es lo que pasa?''
Uwe me respondió:''Tiene una pareja: Moni''
¡Qué impacto! Me quedaba una esperanza: podía ser una falsedad, Bajé a la discoteca. Atze estaba allí totalmente solo. Nada había cambiado, me abrazó y después guardó mis cosas en su casillero. En la ''Sound'', las provisiones se guardaban siempre en un casillero, o de lo contrario, a una la desvalijaban.
Más tarde llegó Moni. Yo jamás le había visto puesto atención antes. Se sentó en forma muy natural junto a nosotros. Ella era parte de la pandilla. Me distancié un poco y me dediqué a observarla.
Era muy diferente de mí, bajita, regordeta, siempre sonriente. Ella era muy maternal con Atze. Yo me repetía:'' No es cierto. No es posible. El no me quiere dejar por esta gorda idiota.'' Tuve que hacer un gran esfuerzo por reconocer que ella tenía un rostro muy lindo y bellos cabellos rubios, muy largos. Yo me decía: ''podría ser que el necesite una chica como: maternal y siempre de buen humor.'' Poco a poco me empezó a invadir otra sospecha:'' Atze necesita una chica que acepte acostarse con él. Esa Moni es de ese tipo.''
Yo estaba perfectamente lúcida. Por otra parte, esa noche no tomé nada. Cuando ya no pude soportar más el verlos juntos, me fui a desquitar sobre la pista de baile. A mi regreso, ya habían desaparecido. Los busqué como una loca por todas partes. Los encontré en el cine. Estrechamente abrazados.
Me uní a los demás sin saber mucho lo que hacía. Todos comprendieron lo que me ocurría. Detlev pasó su brazo alrededor de mis hombros. No quería llorar. Siempre pensé que era tremendamente ridículo llorar enfrente de la pandilla ¿porqué ridículo? No lo sé. Pero cuando sentí que ya no podía contener las lágrimas, me precipité hacia fuera. Atravesé la calle y me oculté en un parque que estaba enfrente de la ''Sound''. Lloré como mala de la cabeza.
De repente, noté que Detlev estaba a mi lado. Me pasó un pañuelo de papel y también otro, después. Estaba demasiado preocupada por mi dolor para notar su presencia. Sólo mucho más tarde me pude dar cuenta lo gentil que había sido al ir en mi búsqueda…
No quería volver a mirar a Atze. No habría podido soportar mirarlo a los ojos mientras lloraba delante de todo el mundo por su culpa. Pero Detlev me llevó de regreso a la ''Sound''. De todos modos, era bueno que regresara a la ''Sound'' porque Atze tenía la llave del casillero en donde había guardado mis cosas. Decidí ir entonces al cine para pedirle la llave. Pero no tenía el valor para quedarme allí después de recuperar mis cosas. Detlev no me abandonó en ningún momento.
Pasaron casi dos horas. Había perdido el último tren. Plantada delante de la ''Sound'', no sabía hacia dónde dirigirme. Tenía unas enormes ganas de evadirme. Lo necesitaba. Pero no tenía un cobre. En eso pasó un muchacho de mi pandilla del Hogar Social: Pantera. Yo sabía que el vendía LSD y que siempre tenía mercadería de la mejor calidad. Le pedí que me diera la cantidad necesaria para pegarme un ''viaje''. El me pasó un cristal - de calidad ''extra''- sin preguntarme el porqué tenía una necesidad tan absoluta de realizar un viaje a semejante hora.
Después decidí bajar a bailar. Bailé durante casi una hora y me moví como una loca. Pero no lograba emprender vuelo. Pantera debió de haberme tomado el pelo. Afortunadamente, habían varios compañeros del Hogar Social esa noche en la ''Sound''. Quería ver a Piet para contarle lo que me había ocurrido esa noche con Atze. Pero Piet también andaba volado con LSD y su mente estaba en otra esfera. Se contentó con decirme: ''Olvídalo, mocosa'' ''No era para ti'' y otras frases por el estilo.
Me comí un flan de vainilla mientras me repetía a mí misma: ''Al final, uno siempre está sola. La vida es una porquería''. Me apresuré para ir a buscar mi vaso y recuperar la contraseña- en la ''·Sound toda la vajilla tenía una contraseña porque se la robaban- y de repente sentí una iluminación. Fue como un relámpago: me sentí deslumbrada por la animación y la agitación fenomenal del ambiente. Me levanté y me puse a bailar hasta la hora del cierre.
Afuera me reencontré con los muchachos de la pandilla y también estaban Atze y Moni. No me importó en lo más mínimo. Atze se llevó a Moni a su casa. Nosotros nos dirigimos hacia el Zoológico. Alguien sugirió que podíamos ''aterrizar'' en una pista de patinaje del Europacenter. La noche estaba tibia., había llovido y el hielo estaba cubierto de agua. Me deslicé en aquella agua imaginando que caminaba sobre el mar. Escuché un brusco ruido de vidrios quebrados: los muchachos habían irrumpido en la jaula de vidrio del cajero... Uno de ellos atravesó el vidrio partido, abrió un cajón y nos arrojó un cartucho con monedas. Antes de percatarnos bien de lo que estaba ocurriendo, todo el mundo se echó a correr. Incómoda, con mis tacones altos, caí cuán larga sobre el hielo. Estaba empapada. Detlev me esperaba y me cogió de la mano.
Cuando llegamos al Café Kranzler, procedimos a repartirnos el botín. A cada uno le correspondió su parte. Eso le encontré genial. Todos estaban locos de alegría. A causa del dinero que robamos a los guardias privados que vigilaban el Europacenter, nos tuvieron el ojo puesto durante un buen tiempo... No se repartió el cartucho con las monedas sino que se abrió y se lanzaron las monedas al aire. Las monedas llovían delante de Café Kranzler. El suelo también quedó cubierto con éstas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario